lunes, 4 de mayo de 2009

J.G. BALLARD IN MEMORIAM

Creo en el poder de la imaginación para rehacer el mundo, liberar la verdad que hay en nosotros, alejar la noche, trascender la muerte, encantar las autopistas, congraciarnos con los pájaros y asegurarnos los secretos de los locos.

Creo en mis propias obsesiones, en la belleza de un choque de autos, en la paz del bosque sumergido, en la excitación de una playa de vacaciones desierta, en la elegancia de los cementerios de automóviles, en el misterio de los estacionamientos de varios pisos, en la poesía de los hoteles abandonados.

Creo en las pistas de aterrizaje olvidadas de Wake Island, señalando a los Pacíficos de nuestras imaginaciones.

Creo en la belleza misteriosa de Margaret Thatcher, en el arco de sus fosas nasales y el borde de su labio inferior; en las sonrisas perturbadas de los empleados de estaciones de servicio; en mi sueño sobre Margaret Thatcher acariciada por ese joven soldado argentino en un motel olvidado, observados por un empleado de estación de servicio tuberculoso.

Creo en la belleza de todas las mujeres, en la perfidia de sus fantasías, tan cerca de mi corazón; en la unión de sus cuerpos desencantados con los rieles de cromo de las góndolas de supermercado; en su cálida tolerancia de mis propias perversiones.

Creo en la muerte del mañana, en el acabamiento del tiempo, en la búsqueda de un tiempo nuevo en las sonrisas de las mozas de los bares de las rutas y en los ojos cansados de los controladores de tráfico aéreo en aeropuertos fuera de temporada.

Creo en los órganos genitales de los grandes hombres y mujeres, en las posturas corporales de Ronald Reagan, Margaret Thatcher y la Princesa Diana, en el suave olor que emana de sus labios cuando miran a las cámaras del mundo entero.

Creo en la locura, en la verdad de lo inexplicable, en el sentido común de las piedras, en la demencia de las flores, en la enfermedad reservada para la raza humana por los astronautas del Apolo.

No creo en nada.

Creo en Max Ernst, Delvaux, Dalí, Tiziano, Goya, Leonardo, Vermeer, de Chirico, Magritte, Redon, Durero, Tanguy, el Facteur Cheval, las torres Watts, Bocklin, Francis Bacon, y en todos los artistas invisibles dentro de las instituciones psiquiátricas del mundo.

Creo en la imposibilidad de la existencia, en el humor de las montañas, en lo absurdo del electromagnetismo, en la farsa de la geometría, en la crueldad de la aritmética, en las intenciones asesinas de la lógica.

Creo en las adolescentes, en la corrupción que hay en ellas sólo por la postura de sus piernas, en la pureza de sus cuerpos desaliñados, en los rastros que sus partes pudendas dejan en los baños de moteles miserables.

Creo en el vuelo, en la belleza del ala, y en la belleza de todo lo que alguna vez haya volado, en la piedra arrojada por un niño pequeño que lleva en sí misma la sabiduría de los estadistas y de las parteras.
Creo en la amabilidad del bisturí, en la geometría sin límites de la pantalla de cine, en el universo oculto dentro de los supermercados, en la soledad del sol, en la locuacidad de los planetas, en la redundancia de nosotros mismos, en la inexistencia del universo y el aburrimiento del átomo.

Creo en la luz que arrojan las videograbadoras en las vidrieras de las grandes tiendas, en la agudeza de las parrillas de los radiadores en los salones de venta de automóviles, en la elegancia de las manchas de aceite sobre las barquillas de los motores de los 747 estacionados en las pistas de los aeropuertos.

Creo en la no existencia del pasado, en la muerte del futuro, y en las infinitas posibilidades del presente.

Creo en el desarreglo de los sentidos: en Rimbaud, William Burroughs, Huysmans, Genet, Celine, Swift, Defoe, Carroll, Coleridge, Kafka.

Creo en los diseñadores de las Pirámides, el Empire State, el bunker del Fuhrer en Berlín, las pistas de aterrizaje de Wake Island.

Creo en la fragancia del cuerpo de la Princesa Diana.
Creo en los próximos cinco minutos.
Creo en la historia de mis pies.

Creo en las migrañas, el aburrimiento de las tardes, el temor a los calendarios, la traición de los relojes.

Creo en la ansiedad, la psicosis y la desesperanza.

Creo en las perversiones, en el amor obsesivo por los árboles, las princesas, los primeros ministros, las estaciones de servicio abandonadas (más bellas que el Taj Mahal), las nubes y los pájaros.

Creo en la muerte de las emociones y el triunfo de la imaginación.

Creo en Tokio, Benidorm, La Grande Motte, Wake Island, Eniwetok, Dealey Plaza.

Creo en el alcoholismo, las enfermedades venéreas, la fiebre y el agotamiento.

Creo en el dolor.
Creo en la desesperanza.
Creo en todos los niños.

Creo en los mapas, diagramas, códigos, juegos de ajedrez, rompecabezas, tableros de horarios de vuelos, carteles indicadores de los aeropuertos.

Creo en todas las excusas.
Creo en todas las razones.
Creo en todas las alucinaciones.
Creo en toda la rabia.
Creo en todas las mitologías, recuerdos, mentiras, fantasías y evasiones.

Creo en el misterio y la melancolía de una mano, en la amabilidad de los árboles, en la sabiduría de la luz.

J.G.Ballard (1930-2009)

7 comentarios:

Marcos D. García Romero dijo...

Eu non creo na xente que cree, e menos de forma tan poética. Non creo en Ballard e tampouco en quen cree en Ballard. Rest in peace

B.L.A.S. dijo...

Joder machiño que nihilista te me pones y me pregunto: quien dice no creer en nada...no estará buscando en que creer allí donde nadie ha creído que hubiese nada en que creer?(COMO BALLARD JODER!)por cierto tu comment es la hostia de ballardiano por que intuyo que solo crees en lo que no es susceptible de ser creído por los capadísimos sentidos humanos pero sí por otras vías digamos más MISTERIOSAS.
El credo ballardiano en su desolador contexto postindustrial me parece de un simbolismo muy cuántico en cuanto nos invita a creer en lo que no se nos está permitido creer a través de lo que no se debe creer y como no se debe creer para no creer en quienes creen que creen...muy reynols y tal.

Es un mundo extraño.

Marcos D. García Romero dijo...

Sin animo de ofender. Eu so lin "crash" (o cal me pareceu bastante mais naif ca ti) e "el imperio del sol", regalo de cumpleanos de meu broda este ano. Pode que ti leeras as suas obras completas e que teñas polo tanto unha visión moito mias poderosa ca miña.
En canto a "James y sus creencias" (que hábil eres ca wiki tio) non creo que aporte nada mais alá que un abultado conxunto de frases bonitas postas unha detrás da outra.
Eu creo nas cañas de crema do Eroski que me proporcionan unhas prestacións del copón al entrar en contacto con mis papilas gustativas.
Revisionismo del revisionismo.
Todos deberíamos ler mais (ti e mais eu incluido) e falar menos.
Coidate e fai cousas bonitas

B.L.A.S. dijo...

Tío "creía" que había que reivindicar a contracultura e tal...ahora xa me fas dudar...é posible que eso sea precisamente do que escapa a contracultura, caer nos tópicos contraculturales tan 2.0 (que haberlos hailos e ca wiki é facil topailos) pero non é o meu caso "creo".
Cierto es que abuso de un estilo impostadamente erudito en ironic mode pero puede se que el haber leído recientemente su recopilatorio de artículos y ensayos "guía del usuario para el nuevo milenio", que me dejó ciertamente impresionado, me haya convertido en sincero ballardista más allá de unknow pleaures,atrocities exhibitions y otros joy divisionismos que de facto nos han marcado más o menos.

Lo que de verdad me pone cachondo es esta metadialéctica on line contigo...que "creo" es bonita.

Marcos D. García Romero dijo...

Justasme mais cando te dedicas a desentrañar os misterios do cosmos desde a física B.L.A.S.iana (ou "fotoacústica B.L.A.S.iana) que cando reivindicas a heroes que non "creo" quixeran ser reivindicados.
Te te fodan ("creo")

Marcos D. García Romero dijo...

Donde dije "Te te fodan" digo "Que te fodan". Desde el más profundo cariño y respeto claro...

B.L.A.S. dijo...

Eu tamén che quero
(I love you too).